De acuerdo a una revisión bibliográfica sistémica, vemos que frente al avance de la pandemia del Covid-19, algunos medios catalogan a los pacientes con enfermedades psicológicas persistentes. Generalmente es en la población de mujeres con mediana edad (40 años aproximadamente).
¿A que nos referimos con enfermedad persistente?
A todos aquellos pacientes que siguen con sintomatología pasados unos meses desde el contagio. Estos síntomas son muy variados; tanto físicos (cansancio, dolor de cabeza, falta de aire, diarrea, síntomas cardiorrespiratorios, dolencias gastrointestinales y otros), como psíquicos y/o neurológicos. Los síntomas que más afectan a nivel psicológico son; la depresión, ansiedad y estrés. En cuanto a los neurológicos puede generar cefaleas, inestabilidad o mialgias. También se encuentra deterioro a nivel cognitivo, como puede ser pérdida de memoria, confusión o dificultad para poder concentrarse (lo denominado “niebla mental”).
Todos estos factores están generando grandes cambios en la vida personal, familiar y laboral del paciente.
Desde la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMGF), Neuropsicólogos y Psicólogos Generales Sanitarios mencionan que las personas afectadas de Covid-19 Persistente presentan síntomas de ansiedad, miedo a lo desconocido, a un nuevo contagio o miedo a la soledad (aislamiento social), provocando desesperación. Sin embargo la SEMGF señala que dichas afectaciones deberán tratarse como síntoma y no como diagnóstico. Se necesita investigar más sobre esta enfermedad para poder llegar a esta conclusión. Por lo que no es aconsejable la medicalización hasta que no se determine si es algo endógeno o exógeno. Estos síntomas deberán considerarse como el transcurso natural ante la incertidumbre del virus pero no como origen del mismo.
También se ha insinuado el “síndrome post-UCI”, el cual se relaciona a factores emocionales y psicológicos, pero como hemos mencionado anteriormente puede que estos síntomas sean producto de una situación emocional y no un fenómeno psicológico, por tanto, no se deben asociar los síntomas de Covid-19 Persistente a ellos.
Viendo la complejidad del virus y los daños colaterales que ocasiona, recomiendan trabajar con un equipo multidisciplinar donde los médicos especialistas, psicólogos, neuropsicólogos, logopedas y fisioterapeutas trabajen en equipo con el fin de remitirla.
El apoyo psicológico puede ayudar a la comprensión e integración de las secuelas en la vida cotidiana de los pacientes.
En la revista The Lancet, los autores de una revisión sistemática han publicado las consecuencias a nivel neurológico y de salud mental de las infecciones por coronavirus, incluyendo el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y la COVID-19:
El estudio se realizó a un total 3.559 pacientes, y concluyen que:
- 27,9% presentó confusión o delirio
- 20,7% estados alterados de conciencia
- 38,2% problemas atención y concentración
- 34,1% problemas de memoria
Respecto a los trastornos mentales, durante la fase aguda de la enfermedad, los síntomas más destacados en aquellos pacientes hospitalizados fueron:
- 32,6% depresión
- 35,7% ansiedad
- 41,9% insomnio
- 29,4% labilidad emocional
- 4,9% irritabilidad
- 7,4% conductas agresivas
- 7,8% euforia
- 20,6% aceleración del discurso
- 4,7% alucinaciones auditivas
- 3,9% ideas persecutorias
- 2% alucinaciones visuales
Algunos estudios también mencionan la presencia de conductas suicidas de los pacientes ingresados (2%).
De los pacientes ingresados en UCI, se encontró la presencia de:
- 65% delirio a través de estados de confusión
- 69% agitación
- 21% alteraciones de la conciencia
Durante el seguimiento realizado a los pacientes ingresados, los resultados muestran que:
- 30,4% presenta recuerdos traumáticos asociados a la enfermedad y la hospitalización
- 19,3% fatiga
- 18,9% dificultades de memoria
- 12,8% la irritabilidad
- 12,3% síntomas de ansiedad
- 12,1% insomnio
- 10,5% estado de ánimo depresivo
En lo que refiere al diagnóstico de trastorno mental, tiempo después de la enfermedad, se encontró:
- 32,2% trastorno por estrés postraumático
- 14,9% trastorno depresivo
- 14,8% trastornos de ansiedad.
A pesar que estos resultados deben interpretarse con cautela debido a las limitaciones metodológicas de los estudios, las conclusiones indican que las consecuencias neurológicas y de salud mental en los pacientes ingresados por coronavirus son extensas y persistentes en el tiempo.
¿Qué pasa con el personal sanitario?
Desde la organización “Clúster Salut Mental Catalunya”, en su revista “Brains N° 1”, en la cual han participado diferentes profesionales de la Salud Mental, han manifestado que el personal sanitario también está siendo una población vulnerable a causa de su exposición a altos niveles de estrés por el aumento asistencial y la carga emocional generada durante la pandemia.
Sus condiciones laborales cambiaron de manera repentina, muchos especialistas tuvieron que aumentar horas de trabajo para poder atender a pacientes con Covid-19. Otro factor que les afectó mucho fue la existencia de una alta tasa de mortalidad sin poder evitarlo. A esto hay que sumar el miedo por el contagio, el aislamiento social (principalmente familiar) y el aumento de horas laborales. Lo que está ocasionando mayor demanda de intervención psicológica o psiquiátrica para dicha población. Frente a esto, los profesionales sanitarios tuvieron que buscar adaptación a la crisis solicitando ayuda diversa desde psicológica hasta la automedicación con psicofármacos.
El personal sanitario manifestó:
- Síntomas depresivos entre 27.5% al 50.7%
- Síntomas de insomnio entre 34% al 36.1%
- Síntomas de ansiedad severa un 45%
- También se presentó síntomas de trastorno por estrés postraumático y de burn-out.
En el Hospital Universitari Germans Trias i Pujol, se realizó una encuesta anónima a 500 profesionales entre la primera y segunda ola de la Covid-19, y ellos respondieron que:
- Un 20% consume psicofármacos
- Un 11% buscó ayuda psicológica
También se observó que el estigma frente a las alteraciones de la salud mental, limita la capacidad de los sanitarios para aceptar la ayuda especializada.
Recomiendan:
– Educar a los profesionales sobre los efectos del estrés y su prevención.
– Educar a los profesionales para reducir el estigma sobre la salud mental.
– Ofrecer a los profesionales intervenciones psicológicas especializadas dirigidas a la gestión del estrés.
Por último cabe destacar que la salud mental es uno de los más importantes condicionantes que exige esta pandemia, se presume que poca población acabarán con algún diagnóstico psiquiátrico, pero si se puede afirmar que la salud mental de todos permanecerá frágil durante mucho tiempo debido al incremento en la sintomatologías mencionadas. Las intervenciones en salud mental deberán estar en los servicios generales de salud, principalmente en la atención primaria y también en escuelas, centros sociales y de trabajo.
Bibliografía:
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